jamás de ser alcohólico aunque lleve
semanas, meses, años, lustros, décadas
sin que sus labios prueben la bebida
y sabe que su vicio es un desierto
que necesita de una sola gota
para regenerarse -abarrotado
de plantas venenosas y parásitos-;
me basta a mí -y sin duda te aprovechas
de mi debilidad -una mirada
tuya un poco más larga de la cuenta,
esa forma de andar, dos, tres palabras
para olvidar mis firmes juramentos;
por eso me resigno a tu memoria
desde este infausto exilio involuntario.
Raúl Sánchez
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